jueves, 7 de junio de 2012

Trae tu bolsa, de tela, yute, o de tu cósmica invención (;


 La empatía de ensanchar nuestra consideración, ese detenerse y valorar la concritud matemática y fabulosa de una vida. Tanto más si contamos con opciones que no sólo nos aperturan caminos no antes transitados por uno, y que han de devenir en una experiencia que nos arroja a la vida, a su dinámica, a su disposición,  que nos invita a desarrollarnos, a vivir en armonía respetando el derecho, inalineable, de todos y cada uno a la felicidad.  La decisión de no aceptar ni demandar nueva producción de plástico, no así tecnopor, etc. como lo primero que sucede antes de toparse con todas las otras opciones que mejoran nuestra calidad de vida y dejan la posibilidad de que otras formas de vida se desarrollen. 

Líneas aparte y rebuscando más propaganda que difunde hechos cotidianos que de ser revertidos, han de comenzar a sembrar la calidez y seguridad propia del respeto, no como un deber por las escalas de valores que se señalan  autoritariamente, sino como una actitud  para con la vida; y claro cómo olvidar mencionar que este vídeo lo compartió en clase de Publicidad un profesor al que quiero agradecer esa generosidad para con el conocimiento. En el intento de dejar los prejuicios olvidados en alguna banqueta, ¡todo es(te vivir es) valioso!



Ahora era de noche, pues en septiembre se hace de noche rápidamente después  de la puesta del sol. Se echó contra la madera gastada de la proa y reposó todo lo posible. Habían salido las primeras estrellas. No conocía el nombre de Venus, pero la vio y sabía que pronto estarían todas a la vista y que tendría consigo todas sus amigas lejanas. 
-El pez es también mi amigo- dijo en voz alta-. Jamás he visto un pez así, ni he oído hablar de él. Pero tengo que matarlo. Me alegro que no tengamos que tratar de matar las estrellas. 
"Imagínate que cada día tuviera uno que tratrar de matar la luna -pensó-. La luna se escapa. Pero, ¡imagínate que tuviera uno que tratar de matar diariamente el sol!. Nacimos con suerte", pensó. 


En la página 58, del libro titulado El viejo y el mar, del autor Ernest Hemingway. 
Editorial Difusión.